Thursday, October 1, 2015

Gran Producto, Pésimo Servicio: ¿Qué tan sostenible puede ser?


 La competencia tan intensa que se vive prácticamente en todos los sectores ha llevado a muchas marcas a terrenos de liderazgo y relevancia más que por el buen balance de las cuatro P´s de la mezcla de mercadotecnia. Por el dominio de una de ellas, se hace secundarias a las demás y a otros factores que determinan la calidad de la marca. Hoy quiero hablar de dos experiencias que, como cliente, me causaron sorpresa y desagrado, dos marcas que admiraba y cambiaron mi percepción: Apple y el Restaurante regiomontano Gallo 71.

Dos experiencias de compra, una en The Woodlands, Texas y la otra en San Pedro Garza García, Nuevo León, ambos siendo lugares con mucho  crecimiento económico. Habrán sido dos giros diferentes, pero fueron situaciones similares en donde los productos son tan atractivos para su mercado que con tan tal de tener acceso a sus productos (aclaro, no hablo de los productos de Apple, hablo de sus tiendas al detalle) están dispuestos a sacrificar el acceso y precio.

He sido cliente de Apple por más de treinta años, fui de los locos que pensó diferente y adoptó la marca desde su lanzamiento en los 70´s. Sobra describir el nivel de diferenciación, relevancia, conocimiento y estima de la marca; características que no ha crecido al mismo nivel es su área de servicio.

El sábado pasado acudí a la Apple Store en The Woodlands Mall para solicitar una revisión de mi iPhone 5. Hace menos de un año me habían cambiado la batería que parecía durar menos que un suspiro. Ellos reconocieron que ese modelo salió defectuoso y me lo cambiaron. El problema resurgió y me vi obligado a regresar al tumulto de gente que más que ir en búsqueda del nuevo iPhone 6s estaba en búsqueda de algún representante de servicio (técnico) para atender dudas o problemas con sus productos Apple.

 El crecimiento de la marca ha dejado atrás al de las mismas tiendas, que tan sólo para ser atendido por un representante técnico me solicitaron dos horas y media de espera, aclarando que podían extenderse de veinte minutos a media hora más, lo cual, muy a mi pesar, sucedió.

Tres horas sin un área donde sentarse en dicho tumulto que incluía niños corriendo como en los juegos de McDonald´s mientras jóvenes y adultos se distraían con los nuevos productos en espera de ser atendidos.

Un trato y atención muy pareja para niños, adultos y gente de negocios, pero al final de cuentas malo para todos. Lo cual me lleva a pensar: ¿los genios de la innovación disruptiva de sus productos no podrán pensar en algún mecanismo más útil y amigable que haga la experiencia de servicio más placentera? En lo personal, creo que sí. Lo que pagamos los clientes lo justifica sobradamente, sobre todo cuando en las secciones financieras de los periódicos nos enteramos de los volúmenes de sus utilidades. Quizá una simple reestructuración de cómo priorizar y organizar el servicio que se le da a un cliente basándose en la urgencia y propósito de su visita a la tienda podría hacer mucho por mejorar esta situación.

La segunda experiencia ocurrió antes de salir a The Woodlands, en una comida con algunos colegas del medio. Yo fui quien recomendó El Gallo71. Un restaurante que cuenta con una marca energética, con muy buena carta y buen ambiente. Ha sido tal el crecimiento que posiblemente no tenga un mecanismo para identificar sus clientes e ir en búsqueda de su lealtad. El producto ha sido tan bueno que hemos soportado precios altos comparados con sus principales competidores.

 Regresando al viernes fatídico, después de saborear una excelente combinación tierra y mar acompañada de unos buenos tequilas, partimos de regreso al trabajo. La localización de El Gallo71 es problemática. La velocidad de los vehículos que transitan la avenida Vasconcelos te presiona a entrar con rapidez en su microscópico estacionamiento frontal. Uno esperaría que la solución fuera el valet parking. Entras al restaurante y confías en el buen manejo de tu auto. La percepción te indica que, habiendo calidad y gente buena, no debe de haber problema alguno…pero ese no fue el caso.

Al salir, noto con los ojos cuadrados y los cabellos erizados que mi carro trae un golpe donde se perdió una parrilla y el frente del auto venía prácticamente al nivel del suelo. Al verse descubierto el operador del valet parking,  (con cara de culpable) no hizo más que asegurar que el auto ya venía así, a pesar de que un compañero y un servidor horas antes vimos claramente que el carro no tenía problema alguno. Lo más lamentable fue que al pasar de los días los “encargados” aseguraron que estaba mintiendo y que un ajustador de su compañía de seguros hizo un dictámen de que el caso no procedería. Por prudencia e ignorancia pensé que podía arreglar el caso con facilidad con los “encargados”. Decidí buscar al dueño del Gallo 71, Felipe Chapa, quien nunca tomó mi llamada. Sus asistentes al tener claras indicaciones de no establecer comunicación alguna me negaron inclusive el correo electrónico del ingeniero.

Ahora tengo que agregar a mi agenda un lío legal ante el costo del arreglo y la molestia de estar sin carro. Una simple respuesta que cubra los daños físicos que son pocos comparados a los causados por la pérdida de tiempo, estar sin auto por más de una semana; molestias y sentimiento de impotencia proveniente de una empresa que hasta ahora no ha sido recíproca con la lealtad que por años le dí.

Aquí, una simple disculpa, y el asumir responsabilidad pudo haber hasta incrementado el respeto y apegue que siento por este establecimiento. Fue una excelente oportunidad para demostrar humildad, honestidad y valentía; características poco comunes pero muy admiradas en las personas, no se diga de las marcas.

Sigo amando a Apple y hasta ahora no tengo productos que sustituyan el valor que la marca me ha dado por años, aunque su servicio sea muy malo. Sobre lugares en dónde pasar un buen momento con los amigos y familia, afortunadamente hay muchas opciones. 
De igual forma, he aprendido dos lecciones valiosas: no ir a una Apple Store en fin de semana y no confiar en los valet parkings de los restaurantes por más novedosos que sean. Ahora sólo me queda la duda, ¿estas marcas, algún día aprenderán sus respectivas lecciones o será  su orgullo por estar posicionadas como marcas altamente respetadas lo que haga que cometan errores y trágicamente vayan decayendo? Queda por verse.


Rubén Treviño.